jueves, 5 de julio de 2007

Monólogo sobre el amor solitario

Enochian Angelus

Aún vivían tus ojos tristes, aún respiraba tu aliento medio dormido. Pero dejaste de respirar y la humedad abandonó esas cuencas extrañas.
No sé si de algún modo soy responsable, pero una mezcla de orgullo y nauseas me trepa por las entrañas. No entiendo esta vida, no entiendo ni siquiera a mi corazón y claramente jamás comprendí tu amor.
Si tan sólo una lluvia de invierno acompañara estos pensamientos. Quizás todo tendría un tinte romántico, unas manchas poéticas. Pero la noche hermética nos envuelve en su mortal silencio y calla… El tinte a fin de cuentas es extraño y esta sangre dista un universo… de la poesía.
Llegué a destiempo, como tantas otras veces. Y aún no he derramado lágrimas sobre esto, esto que quedó… me sorprendo preguntándome ¿Qué se fue de ti? Si cierro el pensamiento y acallo a la razón aún podría delirar con unos débiles latidos, bajo la gloria que adorna tu pecho y envuelve esa metáfora que yo mismo destrocé. No fueron mis manos, no fue mi arrogancia, tan sólo fue la indiferencia … y el tiempo y el destiempo.
Comenzaste este camino y decidiste cuando borrarte los puentes. Y decidiste como olvidar las mentiras. Fueron tus manos, no mis palabras. Desde el podio de lo perplejo proclamo que jamás me morderá la culpa ni me torcerá el remordimiento. Existirá la nausea, eso sí. Y anidará la melancolía, pero tu vida nunca fue mía.
Cargaré tan sólo esto. Esto que sostengo entre mis brazos, esto que ya no eres tú. ¡Esto!, que a pesar de lo perverso, deseo besar, acariciar y quizás despedir.
Te abrazo. Aunque ya no eres tú y cuando antes te abracé nuca supe que eras tú. Algún día se abrirá aquella puerta y las divagaciones encallarán.
Susurran los pasos, vacilantes al acercarse y la puerta acaricia el aire empantanado.
La luz de una vela juguetea con tus cabellos manchados y se cuelga en mi conciencia.
Adentro comienza a llover, no es el invierno, son mis ojos.

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